viernes, 14 de abril de 2017

me tienes

No sé en qué tiempo conjugarte, mucho menos se en que historia puedo hablar de ti.

Me embriago de vergüenza por la cadencia en que te pienso, por la medida en que me tienes.
Me asusto por no ser esas almas que sin saber se buscan, sino esas sombras que sabiendo, se persiguen hasta volverse oscuridad.
No nos basta con las noches que se culpan por ya no ser solo tuyas y solo mías, ya no podemos batallar con ese pronombre tan inestable como la mar, tan inconstante como nosotros.
Me tienes en esas mascaras que nadie ha podido robarme, esas que me visten y me desnudan para mostrar otras más, para reír, para llorar, mientras miro hechizada como me sigues teniendo.
Contigo invento el buen amor, ese que pretende ser medido para que no se agote, para que no se acabe, como la oración que no quiere llegar al amen, como él te quiero largo y profundo que no quiere dejar de ser, dejar de ver, dejar de estar.
Me tienes en la improvisación de mis palabras, tan nerviosas y agitadas, entre duetos de suspiros que en algún momento temen  llegar a ser más de dos, vivir como tres, morir siendo uno.
Me tienes en el futuro, en ese que nunca llega, en ese que siempre te tengo. Allí no hay pasados rebuscados ni recuerdos moribundos. Allí solo hay una memoria provisoria de todo eso que esta por vivir, casi como algo vivido, ya como una felicidad innegable.
Me tienes en el invierno que habita en el lado izquierdo de mi cuerpo, lleno de paisajes blancos, de  fantasmas muertos, lleno de letras que transfiguran todo el sentido de la palabra cuando te escribo, inmortalizando siempre el  aquí y ahora.
Me tienes allá, en todos los sitios que te encuentras, aquí cuando nos volvemos ciclopes uno frente a otro, con una mirada perdida en el mismo camino, así como si fuésemos a viajar hacia el mismo lugar.
Me tienes hasta el punto de decir que soy tuya, sin evidencias ni testigos que lo proclamen, con esos muros cautivos que a tu nombre gritan libertad.
Me tienes en todas partes y creo entender por qué, de tantos modos como yo quisiera tenerte y se, que aunque no quiera decirlo, me tienes de tantas formas porque nunca me has tenido.
A.I

miércoles, 12 de abril de 2017

Reminiscencias

He conocido muchas almas que huyen de sus escombros porque podrían recolectar más recuerdos que vida misma. El peso de sus pasos no está en sus pies, ni en su andar despreocupado. Está en el camino de vuelta, en el anhelo oblicuo, en la mirada inversa. Ya están hartos de que les duela la memoria y buscan desesperados una amnesia visceral.

En cambio yo, tengo las vísceras rebosadas de roces flemáticos y una memoria temiblemente deshabitada, hasta el punto de verme en la necesidad de pasar del placer devoto de desmemoriarme al rechazo obsesivo de olvidar.
Hay una pérdida que amenaza con volverse constante, constante en el abandono de las cosas insignificantes, de las pueriles, de las memorables, de las conservadas con recelo por miedo a que dejen de ser refugio y rechazadas de forma inexplicable por esta misma razón.
Cómo podrías temerle a los recuerdos si estos aceptan sobornos, así como una forma de corrupción divina o perversión placentera que fortalece al criminal que se lleva dentro, hasta que un día cualquiera, sin saber cómo ni por qué, ha tomado tanta fuerza, que se atreve a ser el asesino estético que a través del olvido involuntario logra alcanzar la risa.
He dormido en tierras curadas y campos parecidos para evitar la fuga del tiempo, he intervenido lo menos posible en los ecos heridos y moribundos aun sepa que no sanarán, he abrazado pensamientos tan latentes de forma injusta e incisiva, he coleccionado invenciones y creído en ellas aun sepa que algún día se esfumarán.
Podrá ser que el exceso de recuerdo incontrolable nos vuelva prisioneros, pero que puedo decir, a mí nunca me ha preocupado el recuerdo, a mi me preocupa el olvido.
Podría recordar hasta que deje de doler, podría evocar emociones para llorar y reír a la vez, podría guardar una imagen con miles de formas inconstantes y seguir siendo una, podría mirar el ayer hasta el tuétano de mis huesos ya rotos y aun así poder mirar una y otra vez, porque estoy llena de fugas, de incontables escapes, de infinitos derrames de olvido.
No necesito una memoria extraordinaria o absoluta ni el recurso de las artes para aprender a abandonar. Yo solo quiero recordar de una forma tan ancha y tan honda que tema, que turbe, que duela, algún día olvidar.
No huyan, no huyas, no huyo, porque en el olvido no está la libertad.

A.I

martes, 11 de abril de 2017

Arma de un solo filo

De un momento a otro muchas cosas habían cambiado, todo era diferente; la misma casa, la misma habitación, el mismo abanico amilanado, la misma cama desecha, pero por alguna razón extraña no fue el mismo refugio, ni el mismo desorden ordenado. Podría decir que de tantos mismos, todo se volvió distinto.

Era como si al llegar al mismo sitio hubiese entrado a un lugar diferente. Sabia que las cosas tarde o temprano iban a cambiar, pero no sabia que mientras mas envejecía, menos imperceptible se volvía el tiempo para notar este tipo trances.

Todos esos pensamientos vagaban por su mente antes de acostarse. Irse a soñar era un viaje que empezaba con creer que tenia el control del mundo que dejaba al dormir, el cuchillo bajo la almohada le daba esa pertenencia de aniquilación.

Hablaba antes de dormitar, tal vez con una almohada que arropaba el poder que decidía quien vivía o no, o tal vez con las sombras de una conciencia mucho más oscura que su habitación. Ese siempre fue su consuelo. No había mejor sedante que ver tanta lobreguez en su cuchitril. Después de todo, las penumbras no solo le invadían, también le rodeaban y de alguna forma u otra esa era su compañía, mas no su compañera.

Todas las noches se preguntaba, porque morir lentamente con un arma de doble filo llamada vida, cuando puedes tener una de un solo filo apodada como desees. Es que acaso no nos damos cuenta que el sentido de pertenencia es la única felicidad, tan momentánea y efímera como el tiempo de una sonrisa. Puedes tenerlo en tus manos, en tu mente, en tus sueños o a tu lado, pero definitivamente, cuando tienes, la tienes.

El poder de aniquilación que sentía era una pertenencia que le brindaba un poco de felicidad y decidió apropiarse de esa sensación para dormir todas las noches.

Tenía muchos pecados menores que le atormentaban durante su insomnio, principalmente esas noches donde soñar era una necesidad.

Antes de intentar dormir saca el cuchillo debajo de su almohada, roza su filo como una forma de probar su borde y corta una tirilla de sus pastillas para dormir. Era el ritual de cada noche.

Ya atontado por el efecto, sonreía mientras recordaba como todos creían que estaba colmado de una locura que le haría quitar la vida, principalmente esos que decían vivir. Es como siempre la soledad ha sido confundida con depresión.

Nadie podía ver más allá de sus ojos y la normalidad de sus perspectivas rebosó hasta caer en la ridiculez, cuando esa y todas las noches el único aniquilado por esa arma de un filo, era un insomnio que no le dejaba soñar.


A.I

viernes, 7 de abril de 2017

Suplica de un errante


No me tomen en cuenta que siempre ande perdida por el mundo, porque aunque los que me aprecian me lo reprochan y los que me odian me lo agradecen, no tengo intención de complacer ni herir a ninguno de los dos.


No traten de adivinar lo que todavía no soy ni mucho menos lo que aún yo misma no he descifrado, porque si el mundo por el que ando perdida no ha logrado etiquetarme, como podrán los demás perdidos tener las agallas de hacerlo.
No me tomen en cuenta las raras horas en las que suelo aparecer ante el mundo, porque si dejarme sentir ante los ojos por una noche parecida a la eternidad o sonreír en un día más corto que un instante es lo más cerca que encuentro a amar, sé que seré amada por pocos y pocos para mi es suficiente.
No tomen en cuenta el extravió de dos tiempos parecidos a dos épocas, donde vernos y no vernos no son divididos más que por una distancia fastidiosa y placentera, que para mí solo es espacio y para el mundo una dosis de frialdad.
No tomen en cuenta mis afanes de quimera, porque si esto es lo que me hace divagar por un mundo que no es el mundo, prefiero seguir caminando por esa senda que no me lleva a todas partes, a todos ellos, a todas las miradas.
No me tomen en cuenta el efecto de la nada que surge de los silencios, porque ahí, en ese universo dimensional donde se simplifican las promesas, es el único lugar donde creo encontrar un poco de verdad.
No me tomen en cuenta el placer y éxtasis que encuentro en la oscuridad, porque sé que los amigos sin saber buscar en ella me encuentran y los amantes, sin tener que mirarse los cuerpos, aman mejor.
No me tomen en cuenta el ensayo, porque solo he llegado a improvisar a una tierra desprovista de veteranos, que solo hablan del final como si lo hubiesen visto, que solo te esperan allí como si desde siempre han pertenecido a él.
Por favor, no me tomen en cuenta para abalorios, rellenos de memoria ni distracciones solaces. No me tomen en cuenta para colmar espacios ni revolucionar recuerdos, para crear pasados y magnificar ensueños, para ser parte de una vida que no podría formar o formar una vida en la que no podría ser o mejor aún, para reducirlo a su expresión más categórica y absoluta; por favor, no me tomen en cuenta.
A.I