He conocido muchas almas que huyen de sus escombros porque podrían recolectar más recuerdos que vida misma. El peso de sus pasos no está en sus pies, ni en su andar despreocupado. Está en el camino de vuelta, en el anhelo oblicuo, en la mirada inversa. Ya están hartos de que les duela la memoria y buscan desesperados una amnesia visceral.
En cambio yo, tengo las vísceras rebosadas de roces flemáticos y una memoria temiblemente deshabitada, hasta el punto de verme en la necesidad de pasar del placer devoto de desmemoriarme al rechazo obsesivo de olvidar.
Hay una pérdida que amenaza con volverse constante, constante en el abandono de las cosas insignificantes, de las pueriles, de las memorables, de las conservadas con recelo por miedo a que dejen de ser refugio y rechazadas de forma inexplicable por esta misma razón.
Cómo podrías temerle a los recuerdos si estos aceptan sobornos, así como una forma de corrupción divina o perversión placentera que fortalece al criminal que se lleva dentro, hasta que un día cualquiera, sin saber cómo ni por qué, ha tomado tanta fuerza, que se atreve a ser el asesino estético que a través del olvido involuntario logra alcanzar la risa.
He dormido en tierras curadas y campos parecidos para evitar la fuga del tiempo, he intervenido lo menos posible en los ecos heridos y moribundos aun sepa que no sanarán, he abrazado pensamientos tan latentes de forma injusta e incisiva, he coleccionado invenciones y creído en ellas aun sepa que algún día se esfumarán.
Podrá ser que el exceso de recuerdo incontrolable nos vuelva prisioneros, pero que puedo decir, a mí nunca me ha preocupado el recuerdo, a mi me preocupa el olvido.
Podría recordar hasta que deje de doler, podría evocar emociones para llorar y reír a la vez, podría guardar una imagen con miles de formas inconstantes y seguir siendo una, podría mirar el ayer hasta el tuétano de mis huesos ya rotos y aun así poder mirar una y otra vez, porque estoy llena de fugas, de incontables escapes, de infinitos derrames de olvido.
No necesito una memoria extraordinaria o absoluta ni el recurso de las artes para aprender a abandonar. Yo solo quiero recordar de una forma tan ancha y tan honda que tema, que turbe, que duela, algún día olvidar.
No huyan, no huyas, no huyo, porque en el olvido no está la libertad.
A.I
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