martes, 15 de agosto de 2017

Mi Primera Postal


Hoy te recuerdo como ayer, como siempre, como hace 4 meses, pero más que todo, hoy te 


¿Estarás celebrando tu cumpleaños sin mí?, me pregunto. Luego me digo, que si no lo estuvieras haciendo, no te lo perdonaría. No porque sea fanática de ellos, sino porque tu si lo eras y con eso, ya es suficiente para apagar unas cuantas velas.  Pero como ha de saberlo si tal vez,  en la vida que te encuentres ahora mismo sea un día normal o quizá, un alma nueva por nacer.
Desde que ya no te veo en aquella habitación gigante para tu delicado cuerpo, pero tan pequeña para tu mirada, he  entendido que morir no sucede un día final, sino, todos los días, lidiando con la muerte gradual que nos invade cuando otra vida nos deja.
Tú te has ido y a la vez te has quedado, aquí conmigo. Estas en esas sombrillas de helecho que recogías y me dabas para cubrirme de la lluvia, del sol, de las sombras, de ti y hasta de mí. Estas en esa canción que tanto cantabas aquellas tardes después de recoger la ropa y que hoy, al escucharla, lloro de emoción. Estas en cada flor colocadas en el baño, de esas que reíamos juntas cuando pasabas tan campante por el largo pasillo de casa. Estas en cada chilindrina, de ese  héroe llamado chavo del 8, así como me decías, así como solo tú me llamabas. Estas en cada “mamá” que me decías y creo por eso y solo por eso, soy grande desde que era una niña. Estas en cada escondite de la casa, ahí donde me perdía todos los días para escribir y que llorabas hasta encontrarme muerta de la risa.
Recuerdo verte desde el rincón de la sala, comiendo eso que perfumaba la casa y reía y reía hasta que tú empezabas a llorar. No entendía por qué. No entendía porque caminabas a un paso apresurado, así como si buscaras algo que nunca se perdió,  así como si quisieras algo que no habías conocido y yo desde ese mundo tan ingenuo, creí que jugabas, y yo solo reía.
Tus pasos disminuyeron hasta llegar a ser solo camino. Ya no había huellas ni rastros, solo tu abrazo, tu mirada extraviada y tu voz llena  de confusión. Y yo me sentaba ahí, a verte, a hablarte, y tú en silencio. Si era tu mamá, solo que ya no podías pronunciarlo.
Ya eras una bebe, sin memoria, sin recuerdos,  sin habla, donde el techo era tu cielo estrellado y el espejo tu amanecer. No había otra vista, más que nosotros. Y de solo pensar que te fuiste con esa imagen, es suficiente para creer, que dejaste este mundo creyendo que era el paraíso.
Y sé que en algún mundo paralelo, acá mismo desde este paraíso, se celebra algún cumpleaños en tu nombre.

A.I

No hay comentarios:

Publicar un comentario