martes, 15 de agosto de 2017

UN INFIERNO MAS


Cada infierno tiene un vestíbulo cinco estrellas, de esos que no dudarías ni un segundo en hacer check in; Seducen y fascinan hasta el punto de hacerte quedar por tiempo indefinido, tiempo en que el fuego empieza a calentar las emociones, como una excitación de placer, tan engañosa y tan verdadera como estar en dos lugares y ninguno a la vez.
Es un camino que nos adentra a la risa confusa, en la agitación estrepitosa y en esa alegría pasajera, en la que llegamos a pensar que por fin hemos librado nuestro más oscuro infierno, cuando apenas hemos llegado a otro más. La exaltación del viaje nos ha vuelto sordos; “Bienvenidos, nos susurran al entrar”.
De pronto o lentamente todo se vuelve un llanto, la felicidad ya no es confusión, ahora es condena, esto es por su escasa dosis o por su larga estancia; La agitación se vuelve un sosiego agobiante y  la alegría no es más que un turista de manecilla; acomodada a un simple reloj.  Los demonios  ya dejan de arder, ahora solo nos queman y ahí y solo ahí, empezamos a necesitar de otro infierno.
A estos infiernos no les sigue un purgatorio ni paraíso, mucho menos una salvación. Diversidad, no curación, porque puede que el placebo nos tenga tan enfermos, que lo último que necesitamos es un alivio.
Por eso, cuando los demonios internos comienzan a encender y apagar el fuego, es donde sabemos que tan grande es nuestro infierno.
 Y desde ya sabemos Dante, que hace muchos demonios, hemos empezado a serlo.

A.I

No hay comentarios:

Publicar un comentario